martes, 28 de junio de 2011

¿Y si una sonrisa te cambia la vida?

Nos vamos a la jungla con Eduard Punset. Una manada de gacelas se percata de la presencia de leones. Echan a correr y una de ellas es atrapada. El resto de las gacelas se detiene y continua su ritmo con normalidad mientras los leones devoran a la gacela. ¿Sabéis que pasaría si en lugar de gacelas fuesen seres humanos? Pues que estos seguirían corriendo por si acaso los leones se han quedado con hambre.

El ser humano, por naturaleza, tiene miedo ¿pero en qué momento dejamos de ser valientes niños para convertirnos en unos “acongojados” de la vida? El hombre se pasa la vida sufriendo por el pasado y por el futuro, olvidándose de vivir el presente.

Genéticamente no estamos determinados para ser felices, sino para sobrevivir, por lo tanto nuestra mente está preparada para acordarse de lo negativo en lugar de lo positivo. Sin embargo, ¿quien dijo que no se puede luchar contra la genética?

Hay personas que optan en la vida por enfrentar ese miedo genético con alegría y optimismo. Estas personas han sido capaces de cambiar los hábitos de la mente. ¿Sabes que somos lo que nos hablamos? Apostemos por cambiar la forma de comunicarnos con nosotros mismos; no nos digamos algo que no queramos que sea verdad, ya que la mente en una herramienta muy poderosa y atraerá lo que pensemos. 



Dice el refrán que “el hombre es un animal de costumbres”, pero ¿son todas las costumbres positivas? Nuestro cerebro es vago y se acoge al proverbio de “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. De ahí han nacido dos deportes nacionales: el mal humor y la depresión. Nuestra forma de ser hace que nuestra mente sea selectiva, por ello propongo un reto: reeduca tu mente. Rescátala de la racionalidad de la costumbre y aliméntala de energía y entusiasmo.

Decía Groucho Marx que la felicidad está compuesta de pequeños detalles. Esos pequeños detalles probablemente no los encuentres sino caminas con ilusión. Vivimos en una sociedad donde nadie expresa sus emociones, donde el cariño y el amor se han convertido en “ñoñerías”.



Llámenme pues, ÑOÑA en mayúsculas. Rescato aquí las palabras que les regalé a mis compañeros de promoción el día de su graduación: las cosas son más fáciles si ponéis voluntad. Haced lo que os salga del corazón, porque ya lo decía Descartes: hay razones del corazón que la razón no entiende.

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