sábado, 18 de junio de 2011

Cuando la lluvia empiece a caer...GRITA!

Esta reflexión nace de unas palabras que una persona le ha dedicado a otras todavía más pequeñitas e inocentes. Invita a estas personitas a evaluar y guardar todo lo aprendido en un año, y además, les propone poner en práctica algo mucho más valioso: no olvidar nunca la importancia de ser AMIGOS.

Espero que esas personitas conserven ese consejo con el “síndrome de Peter Pan” y puedan recordarlo a pesar de que pasen los años, porque también es cierto, que con el transcurrir de los días, a veces, se nos olvida que mucho de lo que somos se lo debemos a ellos, a nuestros amigos.



Cada uno aporta a nuestra vida su granito de arena, bien blanco, bien negro, pero los dos nos enriquecen por igual. Hay gente que tiene la suerte de conservar a sus amigos de la infancia, aquellos con los que compartieron las primeras patadas a un balón o los primeros peinados Famosa. Otros, encuentran a sus mejores amigos en la Universidad. Incluso otros, en la etapa dorada.

No importa en qué momento les conocimos, en qué lugar o bajo qué circunstancias. Lo importante es saber alimentar el vínculo que un día nos unió a ellos. Se alimentará de los buenos y los malos momentos. Eso sí, la acción debe ser recíproca porque corremos el riesgo de que la amistad se deteriore.

Para esto, y otras cosas, vivo con el “síndrome de Peter Pan” y espero que nunca se me termine. ¿Te apuntas conmigo al País de Nunca Jamás…olvidaré la importancia de ser AMIGOS?

2 comentarios:

  1. Ya veo que además de joyas también haces tus pinitos con las palabras, esto de ser una chica bohemia hace que la creatividad se desborde y tengas que repartirla. Yo de momento con las manos soy un poco muñoncete, así que intentaré centrar mi imaginación en las palabras.

    Viendo lo que escribes relacionado con ese amigo tuyo y con la importancia que tiene ser amigos, te voy a contar algo que precisamente me ocurrió el otro día con amigos de toda la vida.

    La situación era que estábamos cenando juntos, y discutíamos entre sonrisas sobre si es real o no vivir en un mundo de piruleta en el que todo es felicidad. Unos se mostraban a favor de verlo todo de color de rosa por el simple hecho de que así los problemas no conseguían afectarles, otros en cambio optaban por el negro como su color preferido para vivir y otros, entre los que me incluyo, íbamos cambiando de color en función de lo que íbamos escuchando.
    Sin embargo, en esa conversación me di cuenta lo diferentes que eran todos mis amigos, quizás esa era la razón por la que precisamente todos conseguíamos cuadrar como un puzzle a pesar de que cada uno tenía una “forma” diferente.

    Ese día valoré la amistad pero también valoré todo el tiempo que había vivido junto a ellos, al echar la vista atrás sonreí con cierta nostalgia al pensar en todo lo que había compartido con esas personas. A diferencia de lo que propones no me sentí invadido por el mítico “síndrome de Peter Pan” sino que más bien me alegré de haber crecido, de haber ido almacenando tantas experiencias.

    Me di cuenta de que yo era lo que era, gracias a lo que había hecho en todo este tiempo, en ese momento no quise volver atrás para revivir lo ya vivido sino que me ilusione pensando en todo lo que me depararía los años que estaban por venir, y como en una nueva temporada de tu serie favorita me puse hasta nervioso por la curiosidad de lo que eso que llaman destino me tenía guardado.


    Fdo. El Principito

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  2. Principito...
    Cada día estoy más convencida de que eres bueno en muchas más cosas de las que crees.
    No hablo de retrotraer el tiempo sino de conservar el valor original de la amistad con la ilusión de un niño, y tú, de una manera u otra, lo tienes.
    No te puedes llegar a imaginar el efecto estas palabras que has escrito han causado en una bohemia que intenta pulir los colores de las circunstancias.
    Sigue creciendo, hazte aún más grande de lo que eres, aunque para mí siempre serás Principito.

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